domingo, 31 de mayo de 2009

Poesía para el Sexo

Las gotas de amor que caen sobre tu frente cuando transpiro contigo, son transparentes, son cuando te miro, son también el brillo de mi mirarte con esa lujuria de decirnos,  no nos bañemos nunca para adorarnos, en ese mar de placeres que nunca antes sentimos.

 Esa gota erótica que se resbala desde nuestras frentes hasta tu boca, me quema la lengua candela desde tus labios calientes, para yo atraparla en comisura, y me llenes la  más recóndita esquina de mis placeres pendientes.

 Las gotas de amor que caen sobre mi frente cuando transpiras conmigo, son notas de amor y arenas ardientes. Son aquellas palabras que nunca dijiste, pero marcaste con lava para siempre, tu amor de rush hoy conmigo.

jueves, 28 de mayo de 2009

Delirio

La construcción de la poesía es tan liviana como la pluma que voló desde esa ventana, si esa misma que nunca te atreviste a adorar cuando eras niña. Y dejaste de serlo y se acabaron mis palabras finas.

Esa poesía que te escribía con pétalos de rosa. Si, esa por la cual lloras hoy día. Si, esa misma que despreciaste. Eyaculo en tu cula, aguántate esa. Y pensar que me corría la paja contigo.

Si llora no más, llora tu llanto romántico de gueones con moto y chaquetas de cuero, si llora no más, los gueones con cuento, los ferpectos. Bueno yo siempre fui invisible. Pa vos, la tetona rica, la antitesis de los nerd, la más rica de todas.

Y actúo por venganza, y se llama la venganza de las cachas sin hijos. Porque ya te caché. Uso toda la parafernalia. Gracias a tu cientifismo tecnológico.

Si, lée no mas, lée. Léeme estas letras, léeme el tatuaje en mi pico.

Léeme mi inglés, mi japonés, léeme todo, léeme mis calzoncillos de seda. Seré mono pero todos en este siglo se visten de seda.

Con eso de la globalización.

Yo soy uno de esos.

Sólo que más que antes porque yo era de antes. Mi seda es más vieja. Más suavecita, por ser más delgada. Rico.

La seda de las palabras en mi tinta, como lo calamares, vienen desde mis pares, yo soy anfibio, reptil, quizás un saurio, soy un alado, tímido alguna vez, vengativo, pero persisto en esos millones de años.

Y también me como la seda de mis propias palabras, soy un ex nerd amfibio, el de los peores y el de que nunca te librarás porque ya te engullí.

Soy tu pesadilla porque nunca más me verás.

Ay nunca más me verás como me quisiste hoy día.

Con ese sabor animal que he descubierto en esas islas llenas de caníbales, que se peleaban con eructos placentarios el sabor de mis palabras, si estas mismas que tu deseas escuchar desde tu oido estéril, MEGIATICO, de mamona de iglesia.

No te hagai la cucha, si a vos te digo, aunque miris pal Opus Dei, quiero que sepas que yo también fui Mirista.

Si esa misma que votó por el No pero que en realidad era un Si, o fue un Si pero era casi un No. La desubicá, ubicá. La ubicá desubicá, como te digo. Las culiaditas son muy conservadoras con el desubicatex. Es un conservadurismo desubicatexeado.

No cachai de política pero cachai de otras cosas. Y yo también cacho y también de política. Como te digo.

Te digo que la llevas en la micro, llenas de todas esas mediáticas como tu, ordenaditas, de uniforme, responsables con sus medias y escotes, tetonas igual las mierdas, e insondables con ese 48% que llevan a cuestas, esa vida oculta que nunca nos dicen.

Y tampoco me engañas con tu falta de uniforme. Eres más pinochestista que yo, eso que he sido soldado, soldado marginal, ese que no pasó der ser de cabo. Pero con la tula de hijo pará, esa de parada.

Y miro desde el vidrio, mientras esas otras, esas como tal vez, no son cómo tú, se desdoblan desde sus miradas y desde sus volantes.

Y las miro y no me hacen caso ellas.

Las de nuestros placeres imposibles. Esas fantasías morbosas que pienso y que no hago y que nos inventan.

Cuando están al volante.

Yo Voy en micro.

Me pajeo solo y no en micro, porque soy un cobarde íntimo con mis pajas. Ellas se pajean abiertamente.

Soy canibal. Soy el torturador de tu vida. Hecho en palabras lindas, esas ferpectas que siempre has querido escuchar y que sin embargo, nunca han sido parte de ti.

Porque tu esterilidad madre, la escribiste desde chica. Estabás sólo para eso, ser madre, la más María de las madres.

Tanta esterilidad que no te atreves a decirlo desde tu boca. Porque hay más hijos que seres humanos en este mundo. Esos hijos violentos que postulan, con votos de otros, a ser más humanos, según las reglas y regulaciones de otros que se creen menos canibales y más humanos, más padres y más madres.

O los que lloran desde las cárceles, esas cárceles tan bonitas y modernas que son esas mismas casas, más encerradas pero con ese aire de casi a aire acondicionado.

Tanta esterilidad en el aire, de casas cárceles. Esa esterilidad de ser un buen hijo que nunca resultó. Pero eres católica.

Y cada día tenemos más Santos. Viva la santidad estéril. Y por eso creo más en Pablo de Rokha y no en lo estéril santificado del Padre Hurtado. Y son lo mismo, no beatificados.

Dime, dime dime … dime palabras bonitas esas mismas y yo te diré lo que quieras escuchar. Desde mi iglesia, con un yo siempre imbécil.

Ese imbécil que nunca pelea, ese loco que se hace el loco, si ese mismo, que te escribe desde la locura de ser probo, de ser marketing legionario, deítico, casi perfecto, eso sí, en verdad, con uniforme de vida y casi con hijos sin sexo. A pesar de las putas, que siempre perfecciono.

En verdad sí me provocas, NO, tampoco quiero ser como ese lana pacifista que nunca hace nada, ese del Taichí, que nunca provoca nada de mi canibalismo. Porque en verdad todos podemos ser viles. Sólo hay que reconocerlo. De ahí partimos.

Todos tal vez podemos pertenecer a esas cárceles con aire casi acondicionado. La modernidad de la extensión de tu casa, legal y casi gratis. ¿Por qué Uds. no tienen también pies de esclavas libertarias?. Esas que se escapan con los pies. ¿Sin cruz y sin miedo?

O tal vez con cruz, no importa, pero con vida.

Todos podemos.

Desde el discurso, pero muchas veces sin pies. Y sin los pies no pasa nada. No los enyugues.

Porque no me gusta esta paz aparente, esta paz que es más una tregua sin mi firma.

Soy un canibal batallador, el más asqueroso, el más vil y el menos brilloso. Soy realmente una pesadilla. Y estoy solo. Estoy solo y en realidad no soy pesadilla para nadie más que para mi mismo, hasta hoy.

Y tu sigues con esa mirada provocadora desde tu volante.

No importa, tengo estas palabras, estas que nunca has escuchado porque soy vil y viril más que masculino viril, y eso que la valentía a pesar de todo, tiene esa virilidad que defiende mis propios miedos.

Por eso, tengo mis testosteronas en ciernes, esas mismas que has vivido desde la esterilidad de tu cama madre. Que en realidad como herencia, no llegó estéril. Y tú tampoco lo has sido. Practice makes perfect.

Quiero la fertilidad, esa equivocada, esa que no está en salsotecas, ni en las iglesias, ni en el Congreso, sólo esa otra, esa fertilidad de palabras prosáicas, esas que no son del Opus Dei del paraiso de los poemas.

Esas que te encienden, si esas mismas reconócelo, son francas. Son vida. Por qué sí queremos, engendraremos hijos llenos de vida caliente. Y sí no, haremos a los otros más valientes. Sí es que tú quieres.

Y te entrego poemas en forma de roca, así, no igual pero como Pablo de Rokha, que sí tuvo hijos, y fue más monógamo y vil que los otros. Si ese mismo que ya nadie lée, ese poeta que escribió desde el oido de los no sordos, aparentando palabras que en realidad nunca fueron odio, fue solo amor postergado. Porque su amor se le murió y no quiso vivir otro.

Y había poetas estériles al lado. Los que tuvieron hijos hidrocefálicos, o hijos sobrinos. ¿Sus destinos hecho poesía sin prosa carnal?

Mi poesía no se escribe desde la hidrocefalia estéril de los hijos cachos, o de los hijos sobrinos suicidados. Esos poemas son sagrados, nunca los he tocado.

Porque son premios nóbeles, porque escribieron versos de pena para hijos en cementerios lejanos, por eso escribo otros, con muertos y penas más cercanas, para que me los toquen y me las palpen.

Para que mis poemas estén en la tierra, como plantas verdes.

De Rokha los suyos, los enterró de frente, casi a sí mismo.

Yo soy demasiado vil viril con la vida, lo quiero todo, desde el placer, desde el amor, desde mi mirada ansiosa canibal.

Desde esos pezones que excudan leche desde tu no maternidad, un espejo católico de virgen María, si esa misma, esa caliente, esa que nadie entiende, esa misma, reconócelo, estás perdida.

Soy tu hijo vil con tula parada para cogerte a ti.

Y sin cruz en la frente.

A pesar de tu fé católica.

jueves, 21 de mayo de 2009

Una Breve Charla Con Mario Benedetti.

A principios de los noventa, aprovechaba las tardes luego del liceo para vagar por la capital. Generalmente en busca de libros o de las escasas actividades culturales que un Santiago gris, adormecido, ofrecía. En una primavera llegué a la feria del libro en la Estación Mapocho. Ingresé gratis, por ser escolar y vestir uniforme. Luego de varias vueltas llegué al pequeño local de la editorial sudamericana en donde un papel tamaño carta, escrito con un plumón -seguramente un fulton- se leía: "Hoy, Mario Benedetti". Miré hacia el fondo del modesto local, de dos metros de ancho y tres de fondo, y como un niño castigado, con los mismos ojos brillantes de emoción, estaba nada más y nada menos que uno de los escritores más ceĺebres del momento. Me acerqué con timidez y le pregunté dubitativo ¿Es usted Benedetti?. Me respondió que sí, y sus ojos brillaban aún más como si aquel niño tuviese entre manos otra travesura. Un hombre mayor, un tanto más bajo que yo, algo rechoncho, me miraba esperando una pregunta mientras extendía su mano para saludarme; se notaba un poco desorientado, incluso somnoliento, ya que a nadie parecía importarle lo más mínimo su presencia. A mi tampoco me parecía un suceso extraordinario, de los autores que había leído no lo tenía considerado como el mejor, tampoco cerca de ello.

- Sabe Don Mario, estoy leyendo su novela La Tregua...
- Ahh, qué interesante ¿La andas trayendo?

Quedé perplejo, pues me parecía que quería firmarla a toda costa. Ese día no la traía en mi mochila, pero si la hubiese cargado habría dudado en ofrecérsela pues era de aquellas ediciones piratas peruanas que se conseguían por quinientos pesos en la plaza Almagro. Aún no terminaba la novela y luchaba porque no se desojara en mis manos. Si se la pasaba capaz que se molestara o que lo hiciera alguien de la editorial pues sus libros costaban mucho más de diez veces que el mio, y se ofrecían en bellas ediciones en hojas blancas bien encoladas.

- Pero no la traje hoy.
- Pues traela mañana y te la firmo -me respondió, ya más locuaz-.
- ¿Va estar aquí?
- Aquí aquí, no creo. No me han dicho todavía donde. Mañana recito y va a venir algo de público, espero.
- ¿Va a leer alguna de sus novelas?
- Algunos fragmentos y también un poco de poesía.
- ¿Usted es poeta también? - dije asombrado-.
El se rió, de pronto era un niño gordo riéndose a carcajadas.
- Si, también escribo un poco de poesía.

Me despedí. En la mañana cargué el libro, tratando que no se desojara. Después del liceo caminé hasta la Estación Mapocho. Una larga fila de personas aguardaba poder entrar. Le consulté a una de ellas qué pasaba:

- Qué, acaso no sabes, hoy está Mario Benedetti - me respondió airada una mujer al tiempo que me recriminaba por mi ignorancia-.

Una hora de fila y logré escabullirme, detrás de unas cortinas logré divisar a mi contertulio del día antes. Miles de personas en la sala el Zócalo, en el subterraneo, y no había más música que la poesía. Al finalizar cada pieza los aplausos, los gritos, los sollozos de las personas que lloraban al recordar los sueños rotos, las esperas, las ausencias, todo aquello que el poeta había simbolizado como el único tablón flotando a la deriva.

Recordé algunos, y me dí cuenta que habían sido utilizados en el "Lado Oscuro del Corazón" de Eliseo Subiela, que otros los había escuchado o leído, pero que nunca había retenido el nombre del responsable.

La primera visita de Benedetti a Chile después de la dictadura era una mezcla de ritual pagano y de concierto de Rock. El público se contenía para no atropellar a los demás, y besarlo como si se tratara de Mick Jagger.

Al finalizar el recital el poeta tuvo que salir custodiado, mi libro aún más arrugado que antes había precipitado hasta el fondo de la mochila de mezclilla.

Aún conservo el viejo tesoro, aún no esté firmado para mi vale mucho.

Cuando la vida me regaló más años pude comprender mejor "La Tregua". En el liceo hasta vimos la película, pero para comprender debía hacerla carne. El sexo casual del viejo y la joven que se conocen en un autobus, que inspiró la bella balada de Oscar Andrade llamada como el libro, al vivirla años más tarde la sentí como un deja vu. Al pasear por Montevideo creí encontrar en cada esquina tomando una Pilsen al poeta, el que nuevamente me preguntaría si traía la vieja edición pirata de su novela.

A quien quiera brindar por Benedetti le sugiero que no se apure. Lea "Gracias por el Fuego", una maravilla de novela, vea la adaptación fílmica de la Tregua y el "Lado Oscuro del Corazón" aunque parezca demasiado dulzona. Viaje a Concepción, un Montevideo muy cercano en el cual quizá conozca alguna bella joven que le recuerde que aún está vivo. Y escuche la Tregua, de Oscar Andrade. Luego se dará cuenta que es irrelevante que Benedetti haya muerto, pues sigue estando con nosotros en todas partes.

Ariel Zúñiga, Maipú 21 de Mayo de 2009.

Canción La Tregua de Oscar Andrade en Youtube.

Sobre la película La Tregua, Vida en 35 mm

Para una Visión Menos Heroica de Benedetti, lea la crónica de Roger Bartra sobre su participación en la Casa de las Américas.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Revista Tinta y Barrotes.

Año 1 Nº1
Realizado por el Taller Literario del Centro de Detención Preventiva de Puente Alto.

Directora: Lorena Díaz Meza.
Subdirector: Julio Esperguel Santander.
Editor: Esteban Messina Flores y Alfonso Berríos.
Diagramación: azeta.
Secretario: Cristian Rojas Retamal.
Fotografías: Rodrigo Hernández.
Colaboradores directos: Héctor Morales, Leonardo Isla, Marcelo Riquelme,
Luís Riveros, Luís Álvarez, Marcelo Aránguiz, Sebastián Arancibia.
En esta oportunidad colaboraron: Mario Farías Sepúlveda, Consuelo Tapia, Hernando Vega Oreña, Palmenia San Martín, Fernanda Urrea, Daniel Choque Pino, Connie Tapia Monroy, Francisco Elkin Rocuant, Eduardo Mena Zapata, Carlos Beltrán Soto, Patricia Franco, Alan Maitland, Jonathan Lokinivic, Pilar Arratia, José Manuel de la Fuente, Rodrigo Cadegar y Ariel Zúñiga.
Además nos brindaron su apoyo y trabajo: Diego Muñoz Valenzuela y Leo Lobos.

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