miércoles, 19 de noviembre de 2008

Televisor Blanco y Negro

Era un hombre normal, tenía un puesto como vendedor de periódicos, ganaba bien, podía darme lujos y proyectarme con una familia. Vivo en un pequeño departamento en el piso seis, donde se puede ver parte de la ciudad. Solo me queda un sillón viejo, un colchón en el suelo y mi pequeño televisor en blanco y negro. Era la novedad, muy pocos tienen este pequeño aparato en sus casas, pero yo podía comprarme uno y lo hice. Sara comenzó a molestarse porque después del trabajo me sentaba en mi cómodo sillón y pasaba horas frente a la pequeña caja en blanco y negro, ella me hablaba, pero yo estaba tan concentrado en las imágenes que se proyectaban en la pequeña caja que no la escuchaba. No recuerdo el día en que dejamos de hacer el amor, ni menos cuando ella tomo la decisión de irse y llevarse todo. Tampoco recuerdo su voz, su piel, sus labios, su mirada ni el color de sus ojos.
Cuando compre el televisor, acostumbre llegar a casa con un par de cervezas y una bolsa de papas fritas, encendía el televisor y pasaba horas mirando los programas nocturnos. Ya no dormía, no cumplía con mi trabajo y pronto quede en la quiebra. Trabaje veinte años de forma independiente y el dinero de mis ahorros era suficiente para vivir un par de meses. Así pasaron mis días, no me levante del sillón, el departamento se lleno de polvo, botellas vacías y envases de papas fritas. Me volví adicto a ese mundo encerrado en la pequeña pantalla en blanco y negro.
El día que se acabaron las cervezas y la mala comida que tenia en la despensa, decidí ir de compras, fui a regañadientes, no quería perder ni un segundo de la programación. Creo que hasta subí de peso, una pequeña barriga se asomaba tímida desde el borde del pantalón, era una noche fría y me abrigue con un chaquetón, un gorro y una bufanda. Camine un par de cuadras, era de noche y la gente en las calles comenzaba a desaparecer, las calles ya estaban casi vacías, muy pocos autos y uno que otro local abierto. En una esquina había un mendigo sentado pidiendo limosna y un joven repartiendo volantes, cruce la esquina, entre al negocio, compre lo necesario. Al volver aún se encontraba el joven, esta vez acepte uno de los folletos que repartía, era una publicidad de un nuevo canal de televisión: “Canal 6, las chicas de tus sueños solo para ti” y la imagen de un payaso, apuntando con el dedo índice. Lo mire por varios segundos y de pronto el payaso del folleto sonrió de forma diabólica, asustado solté el papel de mis manos y retorne donde el joven, pero este ya no estaba, había desaparecido, estremecido aún por lo ocurrido, acelere el paso, de pronto sentí una fría mano huesuda aprentando mis pantorrillas, era el mendigo que tomó de mi pantalón, al mirarlo tenia la misma sonrisa perversa de aquel payaso, forcejeé el pie hasta que logre safarme de aquel hombre. Mientras caminaba apresuradamente recordé a Sara y mi adicción por aquel maldito televisor. Al llegar decidí no encenderlo, por lo menos no esa noche.
Me acosté a dormir en mi viejo colchón, las sábanas se encontraban frías y ásperas, di vuelta de un lado a otro, hasta que conseguí ponerme cómodo y conciliar el sueño. Entre en un sueño profundo donde las imágenes de una vida plena giraban alrededor, estaba sonriendo, gozaba con los cuadros que se dibujaban en el entorno, trataba de alcanzarlos y estos se alejaban cada vez que lo intentaba, en ese momento deje de sonreír, ya no me parecía graciosa la situación. A lo lejos observe que se acercaba una larga fila de carros alegóricos, era una fiesta con música y risas, todo adornado con alegres colores y muchos globos, escuchaba como la multitud alzaba las palmas al son de la música. Sin darme cuenta estaba rodeado de personas y los carros transitaban frente a mis ojos, repleto de mujeres hermosas, con los cuerpos semidesnudos, la piel luminosa, adornadas con plumas y lentejuelas, todas sonrientes, era hermoso y sublime, lo contemplaba atónito, con la boca abierta. De pronto el espectáculo se distorsiono, los colores desaparecieron y todo se torno blanco y negro, las muchachas se transformaron en horrorosas viejas arrugadas, raquíticas, con la piel pegada a los huesos, miradas ojerosas y tristes, demacradas y encorvadas y triunfante en el ultimo carro se encontraba el payaso de sonrisa maligna. En ese momento desperté aterrado, un fuerte viento abrió mi ventana y entro un papel volando que se poso justo a los pies de la cama, me levante y lo cogí: “Canal 6, las chicas de tus sueños solo para ti”. Confundido y despavorido rompí en mil pedazos el panfleto, el televisor se encendió sin razón alguna y ahí estaban las chicas junto al payaso, con actitud seductora, con bellas sonrisas y cuerpos encantadores, me quede hipnotizado mirando el pequeño televisor, la televisión me había seducido y las chicas repetían una y otra vez: “Ven, ven…”, estirando sus manos como tratando de tomar la mía y cobijarme en sus brazos, a paso lento me acerque cada vez más a la caja en blanco y negro. Frente a la pantalla, las chicas reían y jugueteaban conmigo, ellas insistían que las tocara y así lo hice, hipnotizado por su belleza, no despegaba mis ojos ni mis manos de la pantalla, sin darme cuenta las estaba tocando de verdad, podía sentir su aroma, su piel, mi cuerpo excitado, lo estaba disfrutando cuando el payaso lanza una carcajada diabólica y con su dedo índice señala una ventana, me acerque a mirar y vi mi departamento, mi sillón, el colchón en el suelo, al voltear, ya no estaba el payaso ni las chicas hermosas, era un vacío blanco, sin cielo, ni superficie y un silencio sepulcral. No sé cuanto tiempo paso, solo recuerdo que un día escuche la voz de Sara llamándome a lo lejos, mire por la pequeña ventana y ahí estaba en mi departamento, bella como siempre, recorriendo de un lado para otro la habitación, buscándome. Comencé a gritar y a golpear la ventana desesperadamente “estoy aquí Sara”, le decía una y otra vez, gritando, golpeando de manera angustiada, mis lágrimas mojaban mi rostro y no dejaba de golpear el vidrio, “Estoy aquí Sara” decía incesantemente. “No se encuentra en casa” escuche que le dijo a una persona que la acompañaba, “pero su televisor esta encendido, que extraño?”, seguí gritando pero ella no escuchaba, “apagare este maldito televisor”, dijo Sara y el vacío blanco donde me encontraba se oscureció.
Publicado en : Crónicas de Erzsebet

2 comentarios:

Anónimo dijo...

EL CUENTO ESTÁ BUENO PARA HACER UN CORTO... BASTANTE POSTMODERNISTA... ME IMAGINÉ TODO EN BLANCO Y NEGRO... MUY A LO DE LAS TRILLIZAS... QUE NO RECUERDO CUAL ERA SU APELLIDO... ES UNA PELICULA FRANCESA ANIMADA... EN FIN... ME GUSTÓ MUCHO... LO DISFRUTÉ...

Connie Tapia M. dijo...

Gracias por los comentarios.
de verdad Gracias!