sábado, 6 de diciembre de 2008


¿Dos tipos de creadores?

Alfonso Cueto, escritor peruano, autor de El susurro de la mujer ballena

¿Hay una edad más adecuada para escribir una obra maestra? Hace algunos años, un amigo me decía que todos los grandes libros se habían escrito cuando sus creadores tenían alrededor de 30 años. Es la edad, razonaba, en la que se integran la energía creadora y la experiencia de vida, la fórmula exacta para escribir una obra maestra. En otra ocasión leí un comentario que señalaba en cambio que los 50 y más años son “la mejor edad para escribir una gran novela”. Malcolm Gladwell, en un artículo reciente en el New Yorker, recoge una investigación hecha sobre los ciclos de un creador. David Galenson, de la U. de Chicago, indagó sobre las edades en que se habían escrito los más grandes poemas en la lengua inglesa y llegó a la conclusión, contra lo que se piensa, de que no es cierto que la juventud sea el período más propicio para la poesía. Autores como Robert Frost, William Carlos Williams y Wallace Stevens habían escrito cerca de la mitad de sus poemas antologados después de los 50 años.
Galenson, diferencia entre escritores precoces y tardíos. Los precoces tienen objetivos muy claros y se concentran en ellos de un modo obsesivo desde el primer día. Los tardíos son tan obsesos como los precoces, pero su mundo pertenece más a la experimentación y son capaces de realizar muchas pruebas antes de dar lo mejor de sí; por lo general no se convencen de que son buenos en algo hasta que cumplen los 50 o más. Los precoces, en cambio, tienen una fe muy clara en su poder desde el primer momento y pueden poner todas sus energías a su servicio. Los tardíos tienen objetivos imprecisos y pueden volver muchas veces sobre los mismos temas de investigación (Ben Fountain, que escribía una novela sobre Haití y fue a visitar el país decenas de veces antes de sentirse listo para escribir). Según Gladwell, son precoces Picasso y Orson Welles. Ambos triunfan de modo muy claro desde muy jóvenes. Un tardío ilustre, en cambio, es Cézanne. Los tardíos necesitan de ayudas: mujeres, mecenas, padres, amigos. Sin la ayuda de Zolá, de su padre y de Vollard, que auspició su primera exhibición a los 56 años, Cézanne nunca habría llegado a la genialidad de su obra final. Los precoces, en cambio, solo se bastan a sí mismos.
La literatura moderna está llena de ambos casos. Precoz es Neruda, que publica “20 poemas de amor… “a los 20 años y escribe su obra maestra, “Residencia en la tierra”, antes de los 30. Vargas Llosa había terminado “La ciudad y los perros” a los 26 años y “La casa verde” a los 30. Hay pocos casos como el de Faulkner. Entre los 32 y los 45 escribe cuatro obras maestras: El ruido y la furia, Mientras agonizo, Santuario y Luz de agosto. Sin embargo, Alfred Hitchcock, entre las respetables edades de 59 y 61 años, dirige “Vértigo, Intriga internacional y la maravillosa Psicosis. Libros como “Pedro Páramo y Cien años de soledad” están terminados a edades intermedias, 38 y 40 años. Robinson Crusoe se escribió casi a los 60. Borges no escribió sus mejores libros sino hasta después de los 40 años.
Tanto precoces como tardíos son creadores serios y trabajadores que tienen disciplina desde muy pronto en sus vidas. La diferencia está en la edad en que logran lo mejor de sí. La creación es el resultado de una integración de energía, y su esplendor tiene edades distintas e inesperadas, misteriosas en cada uno.

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